El otro día Cosme Damián me enviaba este recorte de la prensa vasca, que me ha dado pie a publicar algo sobre ese problema global en toda la sociedad urbana occidental que es la peste mascotera.
Hace años algunos colegas naturalistas me decían que estaba "obsesionado con los perros"; otros restaban importancia al asunto. Solo unos pocos supieron comprender la gravedad del problema que se nos avecinaba. Mentes sabias y lúcidas como las de amigo Rafa López Loureiro, que lo denunció muchas veces en su fantástico blog Ao noroeste do noroeste , actualmente medio parado (a ver si actualizas, Rafa).
No soy capaz de ver una solución fácil a la invasión perruna en nuestros espacios públicos, sean urbanos o naturales. En el primer caso son origen de graves problemas higiénicos, de convivencia o incluso de seguridad ciudadana en el caso de las razas peligrosas (no hay más que ver los incidentes y ataques que se repitan semana sí semana también en España). En los espacios naturales son un problema muy grave que afecta especialmente a las aves acuáticas migratorias o nidificantes, aunque el "efecto llamada" provoca también un aumento exponencial de visitantes humanos en lugares que hasta hace poco gozaban de cierta tranquilidad.
Para darnos cuenta de la auténtica dimensión del problema en nuestro país os doy unos datos. Según el Instituto Galego de Estatística, en 2015 había 343.00 perros en Galiza, para un total de 1.060.792 hogares, o sea, un perro cada tres hogares. Rafa me comentaba un día que el objetivo del lobby de los fabricantes de piensos era lograr un ratio de 1/1 (un perro por familia) y no va mal encaminado. En 2017 el IGE registra ya 470.000 perros, con un aumento de 120.000 animales en sólo dos años. Si proyectamos este aumento nos da que en 2025 Galiza ya tendrá una población de un perro por hogar, por unidad familiar. Pero lo peor es que el incremento no es lineal y no deja de aumentar.
Claro que hay poderosos motivos para favorecer e incentivar este aumento....
Quizá no pasaría gran cosa si nuestros propietarios fuesen personas cívicas y respetuosas. Pero es que hablamos de unos de los pueblos más incívicos de la Unión Europea, donde sus gentes son manifiestamente incapaces de acatar cualquier norma si no hay sanción o multa por medio. Y la Administración, quizá acojonada por el poder que están cogiendo, quizá "incentivada" económicamente por el propio lobby, pasa de todo y mira para otro lado permitiéndoles hacer literalmente lo que les da la gana. No hay más que dar un paseo por una playa incluida en cualquier espacio "protegido" para ver como se pasean con absoluta impunidad con sus canes corriendo libremente detrás de las aves.
El mascoterismo canino ha infectado ya toda la sociedad en su conjunto, aunque es un problema de origen claramente urbanita y casi diría pequeño-burgués (usando terminología de clase). Desde luego en el rural este problema no existe. Pero se diría que no hay familia acomodada con segunda casita en el campo que no tenga sus dos perritos para llevar a la playa.
Ayer me llamaba la atención un encuentro entre el presidente francés y un ministro europeo acontecido en El Elíseo. Desconozco las rígidas normas de protocolo para estas cosas pero me pareció alucinante que durante el encuentro un perro de Macron entrase a "saludar" al ministro y a la prensa que los fotografiaba. ¿Casualidad? Yo no lo creo. Se diría que fué un gesto del presidente para conectar con el pueblo, con los posibles votantes jóvenes y urbanos, mascoteros/animalistas muchos de ellos. Porque desde luego no imagino que entrase cualquier otro animal en una reunion de este nivel. Si fuese otro tipo de encuentro en su residencia privada ya sería más normal, pero no en un acto oficial de ese tipo. Eso no es normal. Como tampoco es normal ver a la mafia de gitanos rumanos que tienen controlada la mendicidad de mi barrio pidiendo con un perro "colocado" junto a ellos. Antes usaban niños. Se ve que lo de los perros es más legal y quizá... ¿funciona mejor?