A alguno le sorprenderá pero yo fui mascotero, de manera obligada. Cuando era niño mi familia tenía perro, que paseábamos por una zona de monte bajo y pinar próxima a nuestro barrio. Ya de adulto tuve que hacer de canguro muchas veces con los boxer de mis hermanos cuando se iban de viaje, que paseaba, alimentaba, me subían a la cama (el Ram) y jugaba con ellos. También viví alguna pelea con posterior visita al veterinario, etc. Vamos, que sé lo que es un perro.
Hace veinte años yo no conocía la legislación ni las ordenanzas municipales, pero usaba el sentido común. Recogía TODAS las cacas, incluso en zonas verdes, llevaba la correa corta para que el perro no tocase o asustase a un viandante por la acera, intentaba evitar dentro de lo posible que no mearan en farolas o esquinas de portales, y jamás permití que molestasen a la fauna salvaje. Yo no me consideraba por ello un ciudadano ejemplar sino un ciudadano normal, que simplemente usaba el sentido común y el respeto por los demás.
Pero Spain is different, como bien saben por Europa adelante. Lo que para algunos nos resulta innato y de mero sentido común otros se lo toman como un recorte de su libertad, sin darse cuenta que son ellos precisamente los que invaden la libertad de los demás, ya sea la del resto de vecinos o bien sea la del medio natural y su fauna. Ahora nos acusan de radicales a los que exigimos ese comportamiento a los miles y miles de nuevos mascoteros que invaden nuestras ciudades y espacios naturales. Pues entonces soy un radical.
Hace tiempo pegué un recorte con varios artículos que contiene la Lei de tenencia de animais domésticos vigente en territorio gallego:
En mi opinión es lo suficientemente clara como para que la Administración actuase con rigor, cosa que no hace porque el voto es el voto. Ya hemos tratado la afección de los perros sueltos sobre el medio natural y no voy a volver sobre ello.
Hace unos días me acerqué hasta la oficina de la OCU y pedí la ordenanza muncipal sobre mascotas, que me interesa como ciudadano. El enfoque de la portada ya es una declaración de intenciones.
La Ordenanza nace en base a una idea buena en sí, como es evitar el maltrato innecesario a los animales clasificados como "mascota", diferentes a los animales de trabajo o domésticos, que están fuera del ámbito urbano lógicamente. El problema es como digo el enfoque animalista que respira esta ordenanza de principio a fin, aunque algunos artículos parecen copiados de la ley gallega o de alguna directiva europea (una ley no puede vulnerar otra de rango superior).
En una entrada del blog no tengo espacio para desarrollar el contenido de la ordenanza. Algunos de sus artículos son un alegato contra la vida salvaje, como el relativo al bienestar de lo que llaman incorrectamente "colonias" de gatos, incompatibles con la conservación de la avifauna urbana. En otros aspectos me alegra saber que lo que un servidor hacía de manera espontánea con los perros hace veinte años es ahora ley de obligado cumplimiento. Destaca el artículo que dice (traducido) que "las personas propietarias deberán evitar en todo momento que los animales dañen o ENSUCIEN los espacios público", algo que incumplen el 99% de ellos. Porque digo yo que mear en la rueda de mi coche, en la farola o en la esquina de una tienda es ensuciar. Sé que es difícil evitarlo pero no hay un solo propietario que lo intente siquiera.
Otro de los artículos importantes es la prohibición de entrar en establecimientos que manipulen o despachen alimentos.
En apenas dos semanas fui testigo de como entraban perros en una farmacia, en una frutería y en una panadería. Un propietario no debería necesitar la ley para comprender que un perro no puede entrar en ciertos establecimientos.
Resumiendo, creo que el propietario civilizado no necesita conocer la legislación, sino aplicar el sentido común, el respeto por los demás y no confundir el ámbito particular con lo público. Para mi fué muy fácil de entender siempre que tuve que ejercer como mascotero. Claro que yo soy un radical que odia los perros.