Redención.

(Naturalista)
-  Vaya, vaya, pero mira a quién tenemos aquí! Te daba por muerto en este embalse de As Forcadas. Que te conozco muy bien; tú eres el Cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii).

 (Cangrejo)
- Pues ya ves. Por aquí andamos. Aprovechaba que hoy el aire está húmedo, con estas gotas que cayeron, que me he animado a sacar la cabeza fuera del agua.

(Naturalista)
- Sí, y de paso liquidar a todo cuanto bicho veas. Que ya sé lo que han hecho tus hermanos en el embalse de Cecebre o en Sabón, que hoy no son ni sombra de lo que fueron no hace tantos años. Todo por vuestra culpa, que arrasáis el medio en el que vivís, acabando con todo lo que tiene vida, sea animal o vegetal.

(Cangrejo)
- Pues entonces nos parecemos bastante tú y yo. Tu especie hace exactamente lo mismo para alimentar a vuestras colonias. Bueno, creo que vosotros las llamáis "ciudades". Aunque hay una diferencia: los cangrejos no nos matamos entre nosotros, como hacéis la raza humana.  Porque vuestra obsesión por la violencia no existe en ninguna otra especie animal.

Déjame seguir mi camino, humano!

(Naturalista)

- No te vas a ir así por las buenas, cangrejo yankee. Allá por donde váis sólo sembráis la muerte. Y no pienso permitir que eso ocurra en "mi" embalse.

(Cangrejo)

- Pues con un simple pisotón puedes acabar conmigo.

(Naturalista)

- Y créeme que no dudaría ni un segundo en hacerlo si con ello consiguiera que desapareciesen todos tus congéneres de las lagunas y embalses gallegos. Pero, si te mato, sólo añadiría una muesca más a mi larga lista de homicidios, que arrastro desde que he vuelto a comer carne y pescado. 

(Cangrejo)

- Y... qué supondría eso en tu conciencia, después de los animales de todo tipo que sacrificais para alimentaos?. Nosotros comemos para sobrevivir, pero los humanos lo hacéis por placer, sin importaros que mis parientes, las pobres nécoras y langostas, sean cocidas en vivo. Asesináis sin piedad a los animales más bondadosos que existen sobre la tierra, las vacas (que aún encima os dan leche gratis). Castráis a los cerdos cuando son bebés para que la carne no sepa amarga. ¿Pero qué clase de lecciones aspiras a darme cruel humano? ¿Por cierto, qué vas a comer hoy?

 (Naturalista)
- Pues hoy tenía pensado preparar unas chuletas de cerdo. Pero ya me estás quitando las ganas. Tienes toda la razón. Tú matas para comer, por instinto, pero nosotros podemos escoger. Y no lo hacemos.

(Cangrejo)
- Yo no quiero hacer daño a nadie, pero mis antepasados fueron traídos aquí por vosotros mismos, que no os aclaráis con la Naturaleza. No es culpa nuestra. Sólo hacemos aquello que sabemos hacer.
  Sin embargo, vosotros lleváis Conejos a Australia, pero plantáis eucaliptos en Europa, generando dos problemas enormes en ambos sitios. Por qué? Qué os mueve a tomar esas decisiones absurdas?

(Naturalista)
- Vale, pero no te pongas así, no hace falta que me amenaces con esas pinzas.

(Cangrejo)
- No te estoy amenazando. Te estoy pidiendo perdón. Perdón por todo el daño que hemos causado en Sabón, en Cecebre, en Begonte, en el río Sil, en Forcadas,... Te pido perdón en mi nombre y en el de todos los cangrejos americanos. Aunque sé que vosotros no lo haréis nunca con el resto del reino animal, que habéis alterado de manera irreparable.
 Y ahora, déjame seguir mi camino, por favor.

(Naturalista)
- Sigue, pues, amigo cangrejo. Hoy me has enseñado mucho. Te deseo suerte pero, por favor, no mates más anfibios! Te lo pido de corazón.

(Cangrejo)
- Y yo te sugeriría que no matases más animales para darle placer al paladar, pero sé que por ahora no puedes tomar esa decisión. Te deseo suerte a ti también.

(Naturalista)
- Gracias, pero espero que no nos veamos más.