xoves, 30 de marzo de 2017

Las cosas tienen su porqué

  Hace muchos años tomé la decisión de empezar a "viver en galego", esto es, hablar y escribir siempre en la lengua de mis padres dentro de territorio gallego (aunque la oía en casa había sido educado en español, como tantos niños de mi generación).
   Que un adolescente decida utilizar el idioma propio de su tierra es algo digno de alabar en cualquier otro país o sociedad pero no aquí, queridos lectores. Tardé poco en descubrir el rechazo de los gallego-hablantes del rural, que cuestionaban mi decisión o directamente rechazaban que un chico "de ciudad" quisiera hablar gallego, preguntándome "a que venía eso" o burlándose de mis lógicos fallos de principiante (conocía bien la gramática, fonética y el léxico pero me faltaba soltura). Para mí era algo inaudito e incomprensible esa hostilidad. Sólamente los gallego-hablantes nacionalistas tenían buenas palabras y apoyo para mí. Entonces empecé a comprender muchas cosas sobre las gentes de este país, como la diglosia o el antagonismo aldea-ciudad.

  Viene esto a cuento de mi cambio de postura al respecto de la caza y la pesca, manifestado de manera clara en días recientes y que quizá haya sorprendido a algunos colegas naturalistas.

  Quizá porque ellos son más científicos y yo más filósofo tenemos diferencias a la hora de abordar o analizar los asuntos de la vida. Y comparto que las cosas necesitan de una explicación racional, científica (aunque algunos antes de cogérsela con la mano para mear parece que necesitasen consultar si hay estudios publicados al respecto....). Pero también existe el conocimiento intuitivo. Cuando visonas películas como "El Padrino" o "La misión" sabes que estás ante obras maestras aunque no tengas ni idea del séptimo arte, como es mi caso. Pero lo sabes.

   De alguna manera he llegado a la conclusión de que hay mundos que son difícilmente compatibles, como el agua y el aceite. La fobia - casi atávica - que demuestra la gente del rural contro todo lo urbano es un elemento insalvable para los que entendemos o entendíamos que era importante dialogar con el sector de la caza y pesca, actividades que como todo el mundo sabe tiene una inmensa mayoría de practicantes procedentes del rural (y de edad avanzada).

  El odio que sienten la mayoría de los aldeanos gallegos contra el movimiento conservacionista ha saturado y hastiado a éste que escribe después de años y años de intentar dialogar con ellos. Ignoro si ese rechazo es por ser lo que somos o por ser de dónde somos. La imagen del señorito de ciudad que recortaba sus derechos, cobraba sus tributos y controlaba sus tierras parece pesar demasiado. Hasta el punto que todo lo que viene de la ciudad es un elemento extraño y "para joderlos". Y el ecologismo es una conciencia de procedencia claramente urbanita. Así que aún encima de querer prohibir cosas somos de ciudad, la tormenta perfecta.

  Porque es evidente que la conservación implica regulación, limitación y, en ciertos casos, prohibición. Algo que no casa bien con uno de los axiomas del gallego: "na miña finca fago o que me dá a gana", pensamiento arraigado hasta la misma médula del propietario medio. Como hacen ahora los pescadores con "sus" ríos, para defender su "derecho" a la pesca. Sólo que ni son sus ríos ni es su derecho, sino un hobby y, como tal, debe estar supeditado al fin de interés general como es la conservación del medio. Ese sí es un derecho de todos.

 Llegados e este punto he tomado la decisión de "dimitir" de mi papel intermediario sobre ciertos asuntos como son la caza y la pesca, en los que me he mojado durante varios años, recibiendo hostias, perdiendo lectores y ganando enemigos para, al final, cansarme de que los soplapollas ignorantes me llamen "ecologeta de sofá" todos los días. Y estoy hasta los cojones de que naturalistas que llevamos veinte, treinta o cuarenta años pateando el monte y los ríos tengamos que soportar ese tópico de que no conocemos el monte ni los ríos, algo que, por lo visto, es patrimonio exclusivo de los agricultores, ganaderos, cazadores y pescadores.
Hay más tópicos que uno se ha cansado de escuchar a lo largo de los años ("toda a vida se fixo así e agora vides vós a.....", "se sodes tan ecoloxistas por qué non me vides limpar a finca?", etc), siempre transmitiendo hostilidad hacia nosotros.

Por último, yo soy respetuoso con quien lo es conmigo (por ejemplo a la hora de presentarse educadamente), pero cuando me ofenden salto rápido. Y no soy de los que ponen la otra mejilla.

 Me despido con dos imágenes que nos han escandalizado a todas las personas civilizadas. Me refiero a la burda y patética manipulación que se ha hecho por "los de la aldea", cogiendo sin permiso una foto de un lobo y publicándola como un ataque a una res en territorio gallego. Por cosas como éstas me he cansado de defender lo indefendible. Como decía el otro, hasta luego Lucas.



4 comentarios:

  1. Es que parece una campaña amarilla intensiva de los medios de comunicación con el fin de promocionar el furtivismo y las malas prácticas. Matar de forma indiscriminada será un hobby legal en ríos, montes y mares. En lugar de buscar la raiz de los problemas se señala a la también víctima cercana más debil como culpable, caso de los cormoranes, lobos o martín pescador; "la competencia". Al verdadero culpable solo se le pide que vote o sea votado, aunque mantenga el patio hecho un estercolero. La conciencia es parte de la educación, y por desgracia...
    Un saludo, Xabier.

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    1. Grazas por comentar Manuel. Pouco podo engadir ao publicado.

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  2. O triste é que a xente quedarase cosa noticia falsa, e o rectificación nin a verán. E así conseguen o que buscaban dende o principio. Entendo o teu cansancio Xabi, sobre todo porque parece que non facemos máis que dar coa cabeza contra un muro.
    Unha aperta.
    Inés

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    1. E ese muro é de pedra do país, Inesiña... Aí está o problema.
      Un abrazo, "mamá" ;)

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