"Las dos Españas" siempre han estado ahí por mucho que se quisieran ocultar. Por un lado la España moderna, europea, democrática, social y de derecho (como dice esa Constitución de la que algunos tanto presumen), republicana, plurinacional, abierta y libre. Por otro, la España profunda, franquista, autoritaria, la del "sol, flamenco y toros", la de la intolerancia a lo diferente, la de la corrupción sistemática o el latronicio de ciertas élites que saquean el dinero público con total impunidad. Y como uno es ante todo amante de la verdad pues debo decir que me gusta lo que está pasando porque pone a cada uno en su sitio.
Es posible que después del 1-O apenas haya cambios políticos a corto plazo (la Guardia civil y la Policía estatal se han encargado de ello) pero habrá, sin duda, un enorme cambio social en España. Porque Cataluña ya se ha ido, como bien decía Iñaki Gabilondo. Un cambio que afectará también a la relación entre las personas. Pero será bueno.
Hace unos años el gobierno muncipal de Ferrol decidió retirar la estatua de un Franco victorioso que presidía la plaza central de la ciudad. Una vergüenza para cualquier demócrata (sobre todo para los represaliados) pero que acabó convertido en un grave problema cuando los franquistas salieron de las alcantarillas para defender a su jefe. Hoy he llegado a la conclusión de que este referéndum es como la retirada de aquella estatua, pero a lo grande; un punto de inflexión que marcará un antes y un después en la transición española.
Por eso es una oportunidad para todos lo que está pasando en Cataluña. Y la razón de la fuerza no podrá parar a todo un pueblo que quiere simplemente decidir su futuro como sujeto político independendiente, por mucho que se empeñe la poderosa maquinaria mediática española.
Visca Cataluña!
