Hace tres años sufrí el episodio más terrorífico de mi vida. Paseando por una sierra próxima a Ferrol, seis mastines (repito, SEIS) salieron de la finca en la que estaban hacia una pista pública donde había aparcado el coche y se pusieron a ladrar furiosos rodeando mi coche hasta que me vi obligado a volver, mientras los mastines me rodeaban muy agresivos. Jamás he tenido tanto miedo. Supongo que reaccioné bien, con sangre fría, y los perros no me atacaron. Tuve más suerte que la pobre chica que murió en Zamora el año pasado asesinada precisamente por mastines, cuyo dueño debería estar en la cárcel de por vida.
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El número de ataques de perros agresivos o peligrosos se está disparando de manera alarmante en todo Occidente, muchos de ellos con resultado de muerte o heridas terribles (en las estadísticas sólo aparecen las muertes, porque el número de ataques es muchísimo mayor). La ideología animalista imperante en el siglo XXI fomenta que los perros anden sueltos por nuestros espacios públicos, aunque sea algo completamente ilegal, al menos en territorio gallego y mientras no cambien la ley actual (algo que probablemente acaben logrando).
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La gente que banaliza este problema son cómplices indirectos de estos crímenes, porque hablamos de crímenes, con culpables de dos patas. He llegado a oír y leer que si un niño tiene miedo a los perros "es por culpa de los padres, que no lo saben educar". Y se quedan tan panchos los hijos de fruta! Así de irracionales son los mascotistas, que incluso niegan que existan perros potencialmente peligrosos. No hay más que abrir cualquier noticia sobre ataques de perros para leer numerosos comentarios de animalistas más preocupados por la situación del rotweiller de turno que por la salud de la víctima agonizante en el hospital.
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Este post no está dirigido obviamente a los mascotistas pues no se puede razonar con ellos. Está dirigido a mis compañeros naturalistas normales (también hay alguna fruta podrida por el medio) y quiero pediros de corazón que extreméis las precauciones cuando salgáis al campo, especialmente cuando vayáis solos. Porque nosotros pasamos muchas horas de nuestra vida en el campo y cada vez resulta más probable encontrarte con perros peligrosos o agresivos sueltos en una playa, en un sistema dunar o en un sendero mientras el dueño está a 100 m embobado con el puto móvil (aunque te vea probablemente tampoco hará nada).
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En mi caso, cada vez que voy a hacer un muestreo largo intento recorrer antes la zona con el coche para ver como está el ambiente. Si no puedo, intento al menos caminar por terreno donde disponga de la mayor visibilidad a lo lejos para tener tiempo si aparecen. Un spray de pimienta puede ser de cierta ayuda en determinados casos, si es un perro solo y no sopla viento. Una buena vara también puede ser útil como arma disuasoria ante perros medianos o pequeños (a menudo llevo ambas cosas). Pero si te encuentras con un grupo de mastines, como me pasó a mí, o con dos pit-bull agresivos... pues ni spray, ni vara, ni leches. Toca rezar para no salir en la prensa al día siguiente como parte de la estadística.
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El pasado 31 de marzo, mientras conducía por mi barrio, vi un pit-bull suelto sin collar que entraba en una huerta del barrio de Santa Mariña, próximo a mi casa. Pensé en llamar a la policía local, pero entre el nulo caso que suelen hacerme y que iba conduciendo el coche pues no lo hice. Al día siguiente leía este titular:
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