Hace tiempo que quería publicar esta entrada para hablaros del Aguilucho cenizo (
Circus pygargus), rapaz asociada a los hábitats abiertos en Europa, que ha experimentado un severo declive en toda Galiza. Declive que en la comarca de Ferrol podemos catalogar directamente como extinción.
Pero no siempre fué así. En el mapa del Atlas de Aves Nidificantes, editado en 1995 con datos recogidos hasta el 88, la especie muestra una amplia distribución por todo el territorio, señalándose varias cuadrículas para el extremo Norte de la provincia coruñesa. En el texto se indica "Debe aniñar en bastantes máis cuadrículas que as sinaladas no mapa, sempre que conten con hábitat axeitado".
Por mis observaciones anotadas en los cuadernos de campo y por informaciones recogidas de terceras personas en aquellos años considero probable su presencia como nidificante en dos tipos de hábitats: por un lado los montes litorales cubiertos con tojeras bajas y en contacto con áreas de cultivo próximas; por otro, las sierras más interiores como Forgoselo o Capelada, donde habría mayor disponibilidad de hábitats adecuados tanto para nidificación como para alimentación del Aguilucho (tojales, brezales atlánticos, turberas, praderas, etc). Es por ello que pienso que debió extenderse ampliamente por toda la comarca exceptuando los valles más alterados, como el de Narón, y las áreas más forestadas o humanizadas.
Mapa de distribución de
Circus pygargus publicado en el Atlas de Vertebrados (SGHN-1995)
Repasando mis anotaciones antiguas encuentro citas de la especie en época reproductora de los montes de Doniños (Ferrol) o del valle de Moeche, por ejemplo. En invierno nos visitaba su pariente el Aguilucho pálido (
Circus cyaneus), fácil de ver entonces en las lagunas costeras y sistemas dunares (hoy también desaparecido). Hablamos de la década de los ochenta.
Pero entonces llegó la gran peste, el mayor desastre ecológico de Europa desde mi punto de vista:
Si unos años después la gente se volvió loca con la fiebre del ladrillo, en los ochenta fué el eucalipto lo que trastornó a nuestro pueblo, ávido de rentabilizar sus terrenos y cansado de trabajar la tierra (que es mucho más duro, sobre todo cuando los jóvenes abandonan el rural).
Poco a poco nuestros montes se fueron convirtiendo en una alfombra infinita de
Eucaliptus globulus, desapareciendo bajo ellos los hábitats de
braña, brezal o tojales de bajo porte por considerarse como "improductivos". Al mismo tiempo que se abandonaban los tradicionales cultivos de cereal (Centeno y Trigo, básicamente). Todo ello causó un cambio paisajístico y biológico que alteró completamente nuestro medio, de manera más patente en las comarcas más costeras.
Paisaje típico de los montes litorales gallegos (Moeche)
Unos pocos años después llegaría la puntilla final: los parques eólicos. Si quedaba algún monte libre de Eucaliptos, allí proliferaron como setas estos nuevos monstruos de metal y fibra, que han arrasado todas las sierras de medianías en Galiza.
Parque eólico de As Somozas
La visión de cualquier aldea gallega es repetitiva, monótona, desesperanzadora. Lo que el gallego de a pie llama eufemísticamente "monte" no es ahora más que un horrible eucaliptal.
Valle de San Xurxo de Moeche
En Galiza se han realizado varios censos de Aguilucho cenizo. En 2002 la SGO estima su población entre 800 y 1548 parejas; en 2006 la SEO calcula su población entre 503 y 695 parejas; en 2008-2009 la Xunta contrata un estudio de campo para un plan de conservación de la especie que arroja un resultado de entre 487 y 645 parejas (Fuente: "O ocaso anunciado da Tartaraña cincenta", artículo de Xabier Vázquez Pumariño para la revista Cerna).
Más allá de este baile de cifras, en nuestra comarca creo que podemos catalogar a la especie como extinguida o a punto de hacerlo, siendo ya aves en paso las escasas citas que podemos recoger actualmente, aunque imagino que puede quedar alguna pareja en O Forgoselo y A Capelada, los únicos lugares que non han sido arrasados por la peste eucalíptica.
Aguilucho cenizo (Circus pygargus)
Mientras el calendario marca el paso del tiempo nuestra biodiversidad se va muriendo. Y especies tan hermosas como el Aguilucho cenizo nos van a dejar para siempre, casi sin darnos cuenta. Es la extinción silenciosa.
Agradecimientos:
A Xabier Vázquez Pumariño por compartir vía Facebook ese artículo que he utilizado.
A Miguel Rodríguez Esteban, autor de las fotos de la especie que aparecen en el post