Estamos, desde luego, ante uno de los otoños más prometedores de los últimos años en la reserva zamorana. Si ya eran pocas las ganas que tenía de volver por allí, ahora ni os cuento.
Atardecer mágico en la Tierra de Campos
En principio, si no pasa nada raro (ai, ai, ai...) tengo previsto ir en dos o tres semanas. Y, en esta ocasión, reconozco que voy con algo de miedo. Dada la época del año, mi propia naturaleza y el entorno tan melancólico que se respira en sus campos de tierra (como llamaba Machado, creo), mucho me temo que ese sentimiento traidor que es la melancolía puede aparecer con más fuerza que nunca. Espero y deseo que no me estropee la excursión. Malo será.
Nunca supe a donde llevaba aquel camino. Quizá algún día lo sepa.
Mientras espero a que el cielo nos regale unos cuantos litros más de su bien más preciado, continúo contando los días para volver a encontrarme con ella. Con Villafáfila, me refiero.
Cogujada común (Galerida cristata)
Bichos estará allí, como todos los años desde su nacimiento.
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