Ayer se producía la enésima prueba de que no se puede razonar con las y los mascotistas. La web de Observation.es publicaba en facebook un proyecto para registrar los daños a la fauna por parte de los gatos domésticos. Al momento aparecieron las hordas de fanáticas y fanáticos animalistas (casi todas mujeres) llamando nazis al personal cuando algunos indicamos la necesidad del sacrificio.
Publicación de la web naturalista Observation.es
Es leer los comentarios y ver que con esa gente da igual lo que diga la ciencia o la razón. Su guerra es una cuestión moral y eso es lo que aún no ven muchos colegas naturalistas, que todavía pierden el tiempo intentando dialogar con esas talibanes (porque son tías en su mayoría).
En los últimos tiempos las redes sociales se han hecho eco de numerosos sucesos en que la conducta irresponsable de los dueños ha causado daños a la fauna silvestre, como por ejemplo varios ataques a cachorros de foca.
Cachorro de foca atacado por perro en Inglaterra
Aunque Cosme Damián Romay me va suministrando enlaces sobre estos casos y artículos científicos sobre el daño que causan ya no tengo ni ganas de ponerlos aquí. El último era un artículo que mencionaba la contaminación causada por las heces y orines de los perros en reservas naturales. Para flipar.
Tampoco servirían de nada. Los naturalistas sabemos muy bien el daño que causan y los mascotistas saben que pueden seguir haciéndolo porque NINGUNA administración y NINGÚN partido político tienen valentía para hacer cumplir la ley vigente.
Bueno, no todos los naturalistas somos conscientes del problema... Cada vez resulta más habitual ver salidas al campo de observadores acompañados por perros sueltos, sea para censar aves acuáticas o para una salida guiada por un río de Verín. Por ese motivo tengo claro que en cualquier salida que yo guíe el veto a las mascotas será obligatorio o no participaré (olá G. N. Hábitat).
Pero aquí yo discrepo con muchos de mis colegas "ecologetas". Para mí no se trata de un problema medioambiental, que también, sino de algo mucho más profundo que afecta al concepto mismo de civilización. Es un problema que sobre todo genera problemas de higiene, de convivencia en las comunidades de vecinos y por supuesto de seguridad ciudadada, con ataques de perros peligrosos cada vez más frecuentes y más terribles.
Un "caso aislado"
Hasta aquí la parte amable de la entrada. Ahora me dirigiré a mis lectores y lectoras mascotistas, que también tengo de eso (alguna a quien aprecio mucho).
Pocos de vosotros habréis leído la ley 4 del 3 de Octubre de 2007 sobre tenencia de animales y las Ordenanzas municipales de Ferrol, vigentes hasta que la presión animalista las cambie (que sucederá). Yo sí, de cabo a rabo. Por eso puedo afirmar que probablemente todos vosotros sois infractores, en mayor o menor grado. Como suena.
Con esto no quiero condenar a la hoguera a nadie, ojo. Todos incumplimos alguna ley en algún momento de nuestra vida. Lo importante es el grado de ese incumplimiento. No es lo mismo ir a 130 por una autopista que por una calle del casco viejo de la ciudad. Ambas cosas son ilegales, pero cualquier persona con dos dedos de frente sabe que el riesgo que implican (para nosotros o para el prójimo) no tiene nada que ver un caso y el otro. Sólo os estoy informando que muy probablemente incumplís algún artículo de la ley.
Habrá alguna excepción que efectivamente respeta todos los apartados pero ya os digo que son casos excepcionales. Como muestra os diré que en Ferrol sólo he visto a un propietario que lleve un bote con limpiador para echar donde ha meado el perro (un compañero que entró conmigo de aprendiz en Navantia, casualmente). UNO entre cientos o miles que he visto. Al resto le da igual que algunos edificios sean auténticas letrinas o que no se pueda pasar por según que sitios debido al olor nauseabundo de los orines. "Mi perro tiene que mear", dicen. Pues a veces yo también tengo muchas ganas, pero no me dejan hacerlo en la calle y si lo hago me expongo a una multa o a la protesta de los viandantes. Si lo hace el perro no pasa nada.
Es probable que alguna lectora o lector piense que soy un exagerado, porque además ella siempre lleva el perro con la correa. Pues amiga mía, que sepas que la correa es simplemente una herramienta para que el perro no acceda a otras personas y/o animales, tal como obliga la ley mencionada en todo el territorio gallego. Sin embargo he visto propietarios que iban tan absortos en el móvil que permitían que su perro tocara con el hocico o molestara a una persona que estaba en la acera. También es muy habitual ver perros con correas de metro y medio (o dos) que llevan completamente estirada ocupando todo el ancho de la acera, hasta el punto que eres tú el que se tiene que apartar. Tampoco deberíais permitir que el perro doble la esquina antes que vosotros, cosa que se permite habitualmente. Por no hablar de la gente que deja al perro atado al gancho que muchos comercios irresponsablemente disponen a la entrada del negocio. ¿Nadie se ha parado a pensar en el susto que puede llevar una persona invidente que de repente toque con el bastón al perro cuando viene caminando? Yo lo he visto. ¿O una persona que simplemente tiene miedo a los perros y vea como el perro se levanta y se dirige hacia ella? No entiendo como la policía local permite esta evidente ilegalidad en las calles de Ferrol.
Otro caso aislado
Probablemente querido amigo, piensas que cumples la ley porque recoges las cacas de tu perro (sólo faltaría!). Pues permíteme recordarte que por ley tu perro no puede "ensuciar el mobiliario urbano". Y no es por nada pero la orina "ensucia". Por ese motivo cuando cuidaba de los bóxer de mis hermanos impedía que mearan hasta llegar a una zona verde (lógicamente hay días que no se puede o que el animal está enfermito y es complicado). Pero por norma NO permitía que mearan en la esquina de un edificio, a la entrada de un garaje, en una farola o en una señal. Ya no digamos en la rueda de un coche. Porque me estoy acordando de algunas propietarias a las que he visto como permitían que su perro hiciera tal cosa mientras ellas las miraban con ternura maternal. Enfermas...
Termino con una reflexión. Tener un perro en un piso NO es un derecho. No si ello implica dejar al can ladrando durante horas mientras vas a trabajar porque no va a haber nadie en casa. No si eso implica que va a mear en las esquinas del edificio o en las farolas próximas porque no hay zonas verdes cercanas. No si es un perro peligroso al que vas a meter en el ascensor todos los días. No si es un perro grande al que difícilmente puedes controlar con la correa. Tener perro es una enorme responsabilidad, que implica cuidarlo a él respetando a la comunidad humana de la que formas parte!
Pero si los mascotistas no entienden de razón científica cuando se habla de daño al medioambiente mucho menos van a entender de ética y respeto en una comunidad de vecinos. Lamentablemente algunos tenemos responsabilidad en las juntas vecinales y debemos pelear todos los días con esta nueva pandemia del siglo XXI. De hecho y mientras escribo estas líneas escucho ladrar a un perro que probablemente nos va a fastidiar la noche otra vez. Será el mismo que hace dos semanas estuvo toda la noche ladrando y llorando porque el irresponsable de su dueño se fue a trabajar o de marcha dejando al perro solo. Por desgracia cuando hay 54 viviendas que dan al patio resulta casi imposible saber en qué piso está el chucho para darle el toque al propietario, dado que la mitad de los vecinos ya tienen perro!
En fin, escribo todo esto porque a mí me gustan los perros, como me gustaba el Punky (el perro de la familia cuando era adolescente), el Ram (el boxer de mi hermano Santi) o la Cris (el boxer de mi hermano Jose). Pero sé que mi libertad acaba donde empieza la de los demás. Es de primero de democracia.